domingo, 9 de abril de 2017

XXXVII. VIENTO DE CEDRO

Se agotaron las tierras vírgenes,
los territorios innominados
que el explorador pujante
señala con el dedo índice,
amojona con su sello
y registra con un nombre
que fija las conquistas
del sudor y la saliva:
—Sea San Juan de Ulúa…
—Llámese lago Victoria…


El presente devuelve
cinturas menos gráciles,
corvas cansadas en la espera
y cuerpos anexionados
por la tozudez cíclica
de las estaciones.

No podré recurrir tu justicia,
cuando regrese a los recodos
que un día bauticé,
pretendiéndome depósito
de una marea incruenta…

Y tú condenes mi rigor,
silencies mi nombre,
niegues mi cara.

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