domingo, 30 de abril de 2017

XXXVIII. VIENTO DE CEDRO

NATURALEZA MUERTA

El sofoco estival,
la vetustez de los muros
embisten sellos y puertas.

El petirrojo que pía
sobre su rama encantada
y un erizamiento rasga
la arquitectura silente.

Su atardecer de estuco
aguijonea la luz
que el sol destierra a su paso.

Hay un descarte de aliento,
espacios que no envidan
y horas fincando su peso
con un vapor mineral.

Las estancias son hastío,
una almazara de sombras
que la gravedad captura.

1 comentario:

  1. ¿Mohíno?
    ¿El atardecer de estuco?
    ¿La almazara de sombras?
    Debe de ser el abismo entre el poeta y el lector.
    Maravillosamente mohíno entonces.

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