domingo, 25 de junio de 2017

II. LA ENERGÍA DE LOS ESCLAVOS. LEONARD COHEN


Si por accidente del destino recayese sobre mis hombros la magistratura de un Solón del Parnaso y pudiese legislar el modo de acercamiento a un libro de poemas, creo que el código resultante impondría más o menos los siguientes pasos: tome un trozo generoso de papel de estraza y un rotulador oscuro. Forre con el papel las cubiertas del volumen; desde la portadilla hasta la contraportada, repase todas las páginas tachando con tinta cuanta referencia haya al autor y al título. Deshágase del libro en un cajón alejado del tráfico cotidiano y dé tiempo al tiempo. Cuando el azar devuelva el poemario a sus manos y el olvido se acredite con unas cuantas preguntas sin respuesta, léalo. Y todo ello porque mi experiencia me ha llevado a la conclusión de que, fuera de este protocolo —extensible a casi todas las artes—, el juicio sucumbe fácilmente a los dictados de escuelas, generaciones, manifiestos, banderías y demás fanfarria de relumbrón; sólo la desnudez del anonimato obliga a la poesía a defender su causa con las armas del talento y la sensibilidad.

No me andaré con meandros. La energía de los esclavos del archiconocido Leonard Cohen me resulta simple y llanamente incomprensible. No alcanza ni siquiera el punto en que surge un rechazo poético en sí que pudiese venir de la mano del tópico literario, de la metáfora agostada, del juego estéril de vanguardia, del capricho formal mal resuelto, de la inconsistencia material; ni siquiera de la bordonería con que en ocasiones los poetas dilatan la toma de decisiones. No; es la perplejidad que deja tras de sí un cortocircuito semántico; el resultante de unas formas aparentemente poéticas —el fetichismo del verso— que no permiten reconocer nada lírico tras ellas. Forzando mucho el análisis podría llegarse a un alineamiento genérico en las poéticas de la experiencia, si podemos entender por “experiencia” el agavillar anécdotas chorras para épater le bourgeois.

En los ciento dieciséis poemas que integran la colección, hilvanados por la violencia y el sexo, encontramos ejemplos de lo expuesto por doquier. En ocasiones esta sexualidad se vuelve provocación machista explícita, reprobable no por machista —hay que recordar, en estos tiempos de grosería inquisitorial, que la obra en análisis es un poemario, no un ensayo o un artículo de opinión, y que algunos, entre los que me cuento, siguen considerando vigentes sutilezas como el desdoblamiento del autor en un yo lírico o narrativo— sino por su condición de alivio gratuito. Cómo si no interpretar ese inenarrable Poema 13, que nos traslada un episodio de lo más sustancioso:

«Nunca supe / hasta que te diste media vuelta para irte / que tenías el más perfecto de los traseros. / Perdóname / por no haberme enamorado / de tu cara ni de tu conversación.» [1]

Sólo superado por el arrebato de machote resentido que se escapa, con el Poema 72, por la espita de la más fina alegoría que se pueda concebir, aquélla en que el priapismo da la vez a la eyaculación precoz:

«Casi siempre estás con otro. / Voy a pegar fuego a tu casa. / Y a culearte. / Si es que tienes presencia de ánimo / para mirar por encima de tu hombro / me verás desmayarme. / Por qué no vienes a mi mesa / sin pantalones. / Me enferma sorprenderte.» [2]

Y todo ello para desembocar, con el Poema 87, en un manual de combate para abueletes rijosos surtidos de parné, un ensayo paródico del Carpe diem de lo más enriquecedor:

«Las quinceañeras / que yo deseé cuando tenía quince años / las tengo; / es muy agradable, / nunca es demasiado tarde; / os recomiendo a todos / que os hagáis ricos y famosos.» [3]

Si el objetivo es establecer una identidad entre la energía que alimenta a los protagonistas del poemario —cuya naturaleza ancilar, siguiendo una dicotomía social bastante pedestre, parece alcanzar a media humanidad— y el odio como potencia movilizadora, podemos darlo por cumplido porque hay bastantes ejemplos de poema dominado por la función biliar; así el 24:

«Mi odio no conoce final / más que entre tus brazos. / Por extraño que parezca / soy el fantasma de Juana de Arco. / Y estoy amargado, amargado / por las consecuencias de las voces. / Abrázame fuerte / o te pondré para que sudes / donde yo he estado.» [4]

El poema afirma una tesis negativa, el odio —a falta de mayores explicaciones no es fantasioso considerarlo endógeno: el protagonista está amargado porque oye voces—; continúa con una antítesis positiva, el amor. Sin embargo, la interacción es tan explosiva que sólo sirve para reforzar la tesis con una amenaza violenta. Por no hablar del puente simbólico que permite a Juana de Arco presentarse en escena. ¿Es acaso el sudor o aquello que lo provoca? Si así fuese, George Foreman, Jacques Anquetil o un picapedrero cualquiera serían elementos igualmente válidos para completar la asociación de ideas. En resumen, todo es gratuito, fungible.

Con las mismas maneras atrabiliarias pero sin recurrir al simbolismo religioso se desarrolla el Poema 47, prontuario de usos para el perfecto anfitrión:

«Si quieres vivir aquí / tienes que poner los muebles. / ¿Te gusta esta canción? / La escribí en un estado de ánimo / en el que no me dejaría / ver nunca. / Métete la silla / por donde tienes la boca / y tu opinión será bienvenida.» [5]

Y el Poema 52, donde la pulsión psicópata juega con la paradoja; en concreto, mostrando preocupación por un desenlace trágico que inmediatamente se busca adrede por un motivo tan desconectado del resto del poema como idiota; a menos, claro, que la combinación de princesas rusas vestidas con pieles y desempleados oculte alguna forma de panfleto bolchevique que no alcanzo a entender:

«Por qué será / que no tengo nada que decirte, / Princesa rusa, / vestida con pieles al estilo de 1920 / y bajando las empinadas escaleras / con cuidado a causa del hielo / de la Avenida de l’Esplanade. / Tu presa sobre la belleza / era extraordinariamente frágil, / y a mí me preocupaba tanto / que te escurrieras / que tuve que tirarte / escaleras abajo de una patada / sólo por el gusto de saborear / una vez más el desempleo.» [6]

Los poemas que se adentran en una jurisdicción política o social dejan la misma sensación de inconsistencia, de malabarismo que se agota en sí mismo; así el Poema 48, que parece concebir la polis como una proyección fenotípica de las gónadas, y donde el hallazgo surge del par de acción paradójico ocultamiento–desnudez:

«Allá un pequeño altar, / Allá una ciudad cualquiera, / Allá vuestra miserable "vida sexual". / Ahorradnos los detalles. / Os escondéis detrás de vuestra desnudez. / Y cuando os sentís suficientemente audaces / la imponéis como un mal gobierno.» [7]

Y más odio y más violencia, que el Poema 49 parece descargar contra el discurso sereno y las reflexiones sobre la libertad y el amor, quizás como trasunto de las aspiraciones mesocráticas:

«Un día de éstos / serás el blanco / del desprecio de los esclavos. / Entonces no hablarás con tanta tranquilidad / sobre tu libertad y tu amor. / Entonces te aguantarás las ganas / de ofrecernos tus respuestas. / Tú tienes muchas cosas en la cabeza. / Nosotros sólo pensamos en la venganza.» [8]

Forzando mucho los términos se puede adivinar cierta crítica social encubierta en el Poema 50, La belleza habla en el tercer acto, donde una relación personal se extingue por novación de intereses de una de las partes; en concreto, porque parece volverse codiciosa. Quizás intente representar con ello a una sociedad insustancial que disuelve todas las relaciones en una función mercantil, con la consiguiente pérdida de autenticidad:

«Y así fue cómo fallaron tus propósitos, / no podías oír música elevada, / tu amante cayó en trance / de comportamiento cotidiano, / el dinero conquistó un lugar de honor / a tu mesa que estaba en expansión / y la ciudad fue tu casa. / Yo me aparté / mucho antes de que mandaras un mensajero / a decirme que ya no te era útil. / Te abandoné por otro hombre hambriento / que me había esperado durante toda su infancia, / como una vez hiciste tú. / Ahora te traigo noticias / de esta otra persona.» [9]

Pero la tónica general de todos estos poemas es la sentencia inconexa y la inanidad absoluta, como ocurre con el Poema 107:

«Layton estaba equivocado / acerca de la guerra. / Estaba en lo cierto / acerca de la belleza y la muerte, / pero estaba equivocado / acerca de la guerra. / Le vi dormido / junto a las cataratas del Niágara. / No creo / que vaya a pedir perdón.» [10]

O como ocurre con el Poema 116, donde los elementos que conforman lo que se supone alegoría entran, se mezclan y evaporan sin dejar rastro que permita un mínimo hilván lógico; así un criminal de guerra nazi da paso a una lagartija que es trampolín para el karate y el despelote, con la disonancia adicional de que la desnudez, que en el Poema 48 era fuente de opresión, es ahora camino para la liberación:

«No hay nada aquí, / excepto la sombra / que pasa ocasionalmente de algún DC-3, / al que no quiere subirse nadie. // Un criminal de guerra nazi /nos hizo una visita anoche, / un hombre muy viejo, / vestido con un paracaídas de seda. // Todavía amamos la belleza / que expresan para nosotros las lagartijas. / Arrastraderas de roja membrana / salen de sus gargantas. // Nos gustaría escribir más a menudo, / pero estamos demasiado ocupados con las disciplinas / de la autodefensa psíquica / y otras artes marciales. // Hemos abandonado el amor libre / y hemos establecido la pena capital / para determinados crímenes; / ya no hay electricidad estática entre hombres y mujeres. // Nuestra hospitalidad es sencilla y formal: / no utilizamos ningún intoxicante. / Saludamos a los que vienen y van. / Estamos desnudos con nuestros amigos.» [11]

La mirada poética del Sr. Cohen quizás alcance un mínimo de agudeza en el Poema 35, donde la recreación de la monotonía vital, de la maquinaria alienante en que se engrana el hombre, sea fuente para una crítica social más profunda:

«Todos los días arrastraba / un gran pedazo de algo precioso / hasta su aburrimiento, / y una o dos veces por semana, / cuando le era concedido / el minúsculo favor de la distancia, / se daba cuenta de que trabajaba, / como lo hicieron sus padres, / en la construcción de la pirámide de otro. // Ideas de rebelión. / Pensamientos sobre la injusticia. / Propósitos de Año Nuevo. / La seducción de una mujer. / Todo esto lo iba grabando / torpemente letra por letra: // Walther PPK-S. / Número de serie: 115142. / Robada a un esclavo por otro.» [12]

En resumen, el poema estándar que perpetra el Sr. Cohen consiste en fogonazos desconectados, de una sintaxis más bien pedestre, que obedecen al siguiente algoritmo: definición de un inconveniente, intento de desconexión del inconveniente —con predilección por el escapismo sexual—, frustración de la desconexión, y bien huida hacia adelante o esputo antisistema. Un posible poema podría ser algo así: «Me duele la coronaria. / En la habitación 313, / los pezones de una rubia caliente / desbrozan la seda estampada. / Estoy preso de su recuerdo hipnótico. / Asaltaré el cetro de espuma, / doblegaré el manto de armiño.» O algo así: «La casa enflaquece de odio. / Mis manos prenden pitillo tras pitillo; / en el pecho crece un pulso acerado, / y un desconchón en el techo. // Volutas de humo en el East RiverSide: / Nueva Orleans huele a tu sexo. / Allen Ginsberg mentía: / no me sacian el nácar ni la cerveza.» En suma, nada que cualquier aficionado a la poesía, con un mínimo tiempo libre y espíritu farsante, no pudiese embutir, como picadillo en calceta, a razón de diez poemas por hora.

Resulta desconcertante que esto ocurra en un poemario tan —si me es dada la licencia— consciente de sí; en más de diez ocasiones el poema se reconoce a sí mismo como tal y el autor se autorretrata en los prolegómenos, la faena o las resultas de la composición; todo ello para que la prosa más mostrenca pase por refinada poesía. Y sí, en medio de la nada más absoluta, aparece algo parecido a la angustia existencial provocada por la vida moderna, que recuerda esos trípticos de exposición cultureta, en que el comisario intenta convencer a la parroquia de que un cenicero lleno de colillas y orín simboliza la oposición dialéctica insalvable entre Eros —la mancha de carmín en la boquilla— y Tánatos —el flujo estéril de los meados—, resuelto en una síntesis acabadora: la colilla fálica, privada ya del fuego vivificador. Pues eso, una joya para fans que difícilmente sobreviviría al cambio de autor, si en lugar de hablar de Leonard Cohen hablásemos de Ildefonso Martínez o de Nikos Yankauskas.
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[1] Citas, de La energía de los esclavos (Trad. Antonio Resines), Madrid, Visor, 2007.
Las transcripciones no son respetuosas con la tipografía original. Una barra (/) representa un salto de verso; dos barras (//), un salto de estrofa.
Los interesados disponen de una version completa del poemario original (The energy of slaves, London, Jonathan Cape Ltd, 1972) en www.theenergyofslaves.html.
Poema 13: «I did not know / until you walked away / you had the perfect ass / Forgive me / for not falling in love / with your face or your conversation».
[2] Poema 72: «You are almost always with someone else / I'm going to burn down your house / and fuck you in the ass / If you have the presence of mind / to look over your shoulder / you'll see me swooning / Why don't you come over to my table / with no pants on / I'm sick of surprising you».
[3] Poema 87: «The 15-year-old girls / I wanted when I was 15 / I have them now / it is very pleasant / it is never too late / I advise you all / to become rich and famous».
[4] Poema 24: «There is no end to my hatred / except in your arms / Strange as it seems / I am the ghost of Joan of Arc / and I am bitter / in the consequence of voices / Hold me tight / or I will have you sweating / where I was».
[5] Poema 47: «You provide the furniture / if you want to live here. / Do you like this song? / I wrote it in a mood / that I would never / be seen dead in. / Put your chair / where your mouth is, / and I welcome your opinion».
[6] Poema 52: «Why is it / I have nothing to say to you / Russian princess / in 1920 furs / coming down the steep steps / careful of the ice / on Ave de l'Esplanade / You were extremely fragile / in your hold on beauty / and I cared so much / you wouldn't slip / that I had to kick you / down the stairs / just to savour / unemployment once again».
[7] Poema 48: «Over there a Little altar / Over there one city or another / Over there your miserable "sex life" / Spare us the details / You hide behind your nakedness / When you are bold enough / you impose it like a bad government».
[8] Poema 49: «One of these days / You will be the object / of the contempt of slaves / Then you will not talk so easily / about our freedom and our love / Then you will refrain / from offering us your solutions / You have many things on your mind / We think only of revenge».
[9] Poema 50. Beauty speaks in the third act: «And so your purpose failed / you could not hear high music / your mistress fell into a trance / of everyday behaviour / money found an honoured place / at your expanding table / and the city was your home / I moved aside / long before you sent a delegate / to say you could not use me / I left you for another hungry man / who waited for me all his childhood / as once you did yourself / Now I bring you news / of this other one».
[10] Poema 107: «Layton was wrong / about the war / He was right / about beauty and death / but he was wrong / about the war / I saw him sleeping / beside Niagara Falls / I don't think he's / going to apologize».
[11] Poema 116: «There is nothing here / except the shadow / of an occasional DC-3 / nobody wants to be on // A Nazi war criminal / visited us last night / a very old man / in a silk parachute // We still love beauty / which the lizards express for us / Spinnakers of red membrane / blow from their throats // We'd like to write more often / but we are busy with the disciplines / psychic self-defence / and other martial arts // We have abandoned free love / and we have established the capital penalti / for certain crimes / There is no longer static between men and women // Our hospitality is simple and formal / we use no intoxicants / We salute those who come and go / We are naked with our Friends».
[12] Poema 35: «Each day he lugged / a hunk of something precious / over to his boredom / and once or twice a week / when he was granted / the tiny grace of distance / he perceived that he laboured / as his fathers did / on someone else's pyramid //Thoughts of rebellion / Thoughts of injustice / New Year's resolutions / The seduction of a woman / All these he engraved / numbly letter by letter // Walther PPK-S / Serial No. 115142 / stolen from one slave by another».

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