domingo, 23 de julio de 2017

XLII. VIENTO DE CEDRO

El rastrillo de los párpados
señorea la noche
con un yugo enervante;
claudica el músculo,
tal vez hastío de ser.

En la utopía del sueño,
furtivos a toda refutación
y tormento escolástico,
quimeras, dragones,
basiliscos y cíclopes
empujan con un ariete
su placenta imaginaria.

Cuando los ojos se crispan
en febril arrebato,
la imagen busca la juntura,
el desbordamiento del verbo
que la arrastre más allá de sí.

El espejismo vuela lindes;
y la materia en demasía
emprende un viaje
para el que la palabra estorba.

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